En
mi opinión la plaza del Parque Güell es el lugar en Barcelona más
mágico. La verdad es que todo el parque es espectacularmente
bellísimo, con los exquisitos pabellones cerca de la entrada, la
impresionante escalinata hacia la plaza y los varios caminos sinuosos
rodeados de la naturaleza que tejen por estos jardines públicos.
Pero no cabe duda de que es la plaza que es el verdadero corazón del
parque.
El
Parque Güell fue diseñado por el arquitecto Antoni Gaudí entre
1900 y 1914, y se abrió al público en 1926, y luego en 1984 fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La plaza fue
construida de forma ovalada y se diseñó como lugar para la
celebración de eventos culturales. Lo más
notable es que el borde es también un banco que ondula como
una serpiente y está recubierto por mosaicos increíblemente
coloridos que son hechos de pequeñas piezas de cerámica.
Para
mí la plaza es un rincón con mucho duende y me fascina como todo el
mundo es atraído hacia el banco y no puede evitar sentarse y dedicar
unos minutos a contemplar la vida. Además, me encanta oír el sonido
de la arena debajo de los pies en el suelo
mientras los visitantes pasean hacia el banco, cuyo diseño ondulante
permite que se pueda optar por sentarse en una de las partes cóncavas
de la curva que son más íntimas y privadas, o se pueda elegir unas
de las convexas que son más sociables y públicas.
En
fin, es fácil pasar la tarde sentado en este lugar
extraordinariamente embrujador y escuchar la risas de los niños que
juegan allí o tal vez a la guitarra de unos de los músicos
callejeros que frecuentan el parque. Pero la razón de que la mayoría
de la gente visita este mirador es para las vistas espectaculares de
la ciudad hasta el mar y la sensación increíble de que se puede
casi tocar la paz y tranquilidad.
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