Tenía sentimientos encontrados cuando
salí de casa la mañana del 13 de Setiembre para ir al aeropuerto y por fin a
Barcelona. Estuve muy emocionante llegar a Barcelona para empezar mi nueva
vida pero a la vez no quería dejar mi madre sola. El viaje en sí fue muy rápido
y estaba bastante nerviosa pero cuando puse
los pies en Barcelona, sabía que todo iba a estar bien y que iba a disfrutar
mi estancia aquí.
Cuando llegué a la
ciudad tan famosa y bajé del autobús en Plaza Cataluña, la primera cosa que
noté, era el ruido de las calles calientes y el olor de la humedad. Caminaba a mi hostal en la calle Passeig de Gracia y mi
piel rápidamente se volvió pegajosa
con el sofocante calor de Barcelona
en verano. Sentía la brisa suave acariciando
mi cara mientras luchaba con todo mi equipaje y trataba de ignorar todo la
gente mirando fijamente a la chica con dos maletas enormes.
Mis primeros días
aquí pasaron en un abrir y cerrar de
ojos porque había mucha gente nueva por conocer, muchas copas para tomar y
muchas clases a faltar. Cada noche salíamos a una fiesta de Erasmus en
cualquier parte de Barcelona y no regresaba por las calles con el olor a orines, y siempre despertaba todo la
gente en mi dormitorio hasta las 5 o 6 por la mañana. Según mi parecer, mi primera semana aquí fue como un torbellino porque siempre había algo
para hacer y también había muchas cosas que necesité organizar para la
universidad.
A mi modo de ver, mi estancia
como estudiante de erasmus ha sido unos de los mejores años de mi vida porque
he conocido a muchas personas que serán mis amigos durante el resto de mi vida y no
creo que vaya a tener este tipo de oportunidad nunca más después de la
universidad. Desde mi punto de vista,
creo que si se tiene la oportunidad para hacer una estancia en un país extranjero, se debe aprovechar al máximo. Sé que vendería
el alma al diablo por retrasar el reloj y hacer este año una vez más.
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