Cada ruta tiene su fin y la mía
ha llegado. Este año de Erasmus es la más increíble
oportunidad para conocer culturas nuevas, idiomas diferentes y a gente de todo
el mundo. Hay que disfrutar del viaje y no anticiparte al destino. La vida
consiste de experiencias sorprendentes, y tienes que descubrir nuevas aventuras
y aprovechar cualquier oportunidad de que la te obsequie. Aunque lo que es más
importante es recordar que en la vida hay muchos altibajos, y con cada momento
malo viene uno de bueno.
Hay muchísimas cosas que me
llevaría en la maleta, además hay unas que prefería dejar o me entristecería dejar
atrás. Me he enamorado de mi vida en Barcelona, y a pesar de algunas
irritaciones, es un estilo de vida que me encanta. La ciudad y todo lo que
engloba me ha hechizado. El día que me vaya de aquí será lo más triste que me haya
pasado en años. Para empezar, tendré que
dejar aquí el sol y el buen tiempo de España, la playa y los chicos guapos. ¡Qué
lástima! Fuera bromas, me llevo todos mis recuerdos queridos para acordarme de esos
momentos más magníficos, que hay un montón. Recuerdos de mis amigos, de
visitantes, de desconocidos simpáticos, de mis compañeros de trabajo, de
carreras por la playa, de caminos por la ciudad, del hombre sin techo que
siempre me dice ‘hola’ y, por último si bien no menos importante, recuerdos de la
vida diaria en Barcelona.
Aunque mi estancia de Erasmus ha
sido un sendero con baches, la mayoría ha sido fabulosa. Quito de mi maleta el papeleo
de Erasmus, y dejo atrás las visitas a las oficinas de OMA y los coordinadores.
Sin embargo, los conocimientos y recuerdos del país, la cultura y los idiomas
se van conmigo. Guardo la felicidad y las historias buenas y graciosas en mi
corazón. Espero algún día contar a mis hijos esta aventura.
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