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martes, 26 de junio de 2012

No hay camino que no tenga fin


Cada ruta tiene su fin y la mía ha llegado. Este año de Erasmus es la más increíble oportunidad para conocer culturas nuevas, idiomas diferentes y a gente de todo el mundo. Hay que disfrutar del viaje y no anticiparte al destino. La vida consiste de experiencias sorprendentes, y tienes que descubrir nuevas aventuras y aprovechar cualquier oportunidad de que la te obsequie. Aunque lo que es más importante es recordar que en la vida hay muchos altibajos, y con cada momento malo viene uno de bueno.

Hay muchísimas cosas que me llevaría en la maleta, además hay unas que prefería dejar o me entristecería dejar atrás. Me he enamorado de mi vida en Barcelona, y a pesar de algunas irritaciones, es un estilo de vida que me encanta. La ciudad y todo lo que engloba me ha hechizado. El día que me vaya de aquí será lo más triste que me haya pasado en años. Para empezar, tendré que dejar aquí el sol y el buen tiempo de España, la playa y los chicos guapos. ¡Qué lástima! Fuera bromas, me llevo todos mis recuerdos queridos para acordarme de esos momentos más magníficos, que hay un montón. Recuerdos de mis amigos, de visitantes, de desconocidos simpáticos, de mis compañeros de trabajo, de carreras por la playa, de caminos por la ciudad, del hombre sin techo que siempre me dice ‘hola’ y, por último si bien no menos importante, recuerdos de la vida diaria en Barcelona.

Aunque mi estancia de Erasmus ha sido un sendero con baches, la mayoría ha sido fabulosa. Quito de mi maleta el papeleo de Erasmus, y dejo atrás las visitas a las oficinas de OMA y los coordinadores. Sin embargo, los conocimientos y recuerdos del país, la cultura y los idiomas se van conmigo. Guardo la felicidad y las historias buenas y graciosas en mi corazón. Espero algún día contar a mis hijos esta aventura.  

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