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lunes, 11 de junio de 2012


TEXTO 5: LO QUE ECHO DE MENOS.

Estamos en Mayo y ya llevo unos nueve meses aquí en Barcelona. He aprendido a conocer mejor a los españoles, he descubierto sitios embrujadores, gente y costumbres nuevas, una cultura rica en tradiciones, etc... Además, ahora, con el buen tiempo y las playas que empiezan a llenarse, se puede palpar la llegada del verano. Me lo paso muy bien y el tiempo pasa volando. Sin embargo, empiezo a echar de menos a algunas cosas que formaban parte de mi vida cotidiana en Francia.
Por supuesto echo de menos a mi familia. A pesar de que sea una persona muy independiente y que me he pasado de los 18 hasta los 27 años viviendo lejos de ella, mi familia constituye un elemento muy importante en mi vida. A veces pienso con nostalgia a los momentos pasados juntos. Mis padres viven en las afueras de la ciudad y echo también de menos al enorme jardín que hay allí. El año pasado, me he pasado mucho tiempo en cuidarlo, en plantar semillas, arbóles, plantas y flores. Representa mucho trabajo pero es un placer poder saborear tomates, calabacines, cerezas, etc... caseros. ¡No tiene nada que ver con los alimentos insípidos que puedes comprar en el supermercado! ¡Mataría por comer una de estas frutas ahora mismo! Además en verano solemos hacer barbacoas con suculentas carnes acompañadas de una buena botella de vino francés que igualan todas las fiestas de Barcelona. Echo también de menos mi escondite en Francia. Se trata de un gran estanque que está situado cerca de la casa de mis padres. Es un sitio muy agradable, en la naturaleza, con poca gente, donde suelo ir a correr después de un día intenso. En el crepúsculo, cuando todos los colores del cielo se reflejan en el agua cristalina, es un paisaje realmente hechizante. Cuando estoy allí, todo mi cuerpo está a flor de piel.
Otra cosa que echo de menos es la comida, pero no la de mi país sino la de mi madre, que es japonesa. Cocina un montón de platos japoneses sabrosos de los que sólo ella tiene el secreto. Es siempre un desfile de sabores para las papilas gustativas. También hace unas tartas riquísimas. Hablando de comida, tengo que señalar una cosa. Si los españoles tienen en su cultura muchos platos suculentos, aun con todo les falta aprender a hacer el pan y los “croasanes”. Desde que he llegado en Barcelona no ha pasado una mañana sin que echara de menos las panaderías francesas y la embriaguez que se desprende de ellas. ¡Vendería el alma al diablo por una buena barra de pan francés con una taza de chocolate espeso y humeante!
Es muy probable que tu también, al cabo de un cierto tiempo, empieces a echar de menos algunas cosas de tu país. Lo bueno es que suele ocurrir a partir de la segunda mitad de la estancia, lo que quiere decir que poco te faltará para volver a encontrarlas. Además, verás que las disfrutarás doblemente.

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